viernes, 7 de agosto de 2009

Dar al César lo que es del César

La comunidad universitaria y los grupos académicos que investigamos sobre sexualidades en Argentina estimamos necesario posicionarnos respecto a la polémica sobre el tema de la educación sexual en el país.

Creemos que, en principio, nadie discute que deba impartirse educación sexual en las escuelas y en todos los niveles con un criterio gradual y por cierto “integral” que contemple además la afectividad que puede acompañar la relación con la otra persona.

El tópico principal de desacuerdo es el criterio “reduccionista” que supondría la enseñanza de una postura específica sobre la sexualidad. Es real que el tema puede ser abordado, tanto en su interpretación como en sus prácticas, desde diversos paradigmas. En primer lugar desde el científico, donde las ciencias sociales, en los últimos años han producido un caudal importante de conocimiento. Un segundo paradigma es el religioso, en tanto supone matrices específicas de interpretación sobre lo sexual, como asimismo morales particulares para vivir sus prácticas. En el campo científico, sin duda, varias posiciones divergen y conviven a la hora de abordar el tema, unas constructivistas, otras centradas con más fuerza en los dispositivos de poder, algunas esencialistas y otras nominalistas. Claro que, en la misma medida, hay diversos enfoques de acuerdo a la religión, no es lo mismo la visión sexual católica o la evangélica que la del Islam o el judaísmo.

Más allá de la discusión sobre la laicidad del Estado, consideramos que para que la enseñanza sea efectivamente “integral”, ésta sí debe incluir las diversas formas de interpretación de la sexualidad así como la propia relación entre los sexos. Es decir, debe incluir al menos las teorías actuales más relevantes en el campo científico como también los diversos enfoques con que las religiones con mayor presencia en el país abordan la cuestión.

Entonces, no corresponde que una perspectiva religiosa cuestione los planteos ideológicos en el campo científico, - pues no hay nada en la ciencia que no sea ideológico - como tampoco se deben invalidar las cosmovisiones religiosas sobre lo sexual. En esto no hay mejores ni peores, en tanto no se violen los derechos humanos de las personas y las normas vigentes y no se discrimine de ninguna forma. Lo que caracteriza un estado pluralista y democrático es la posibilidad de situarse en la interpretación y práctica sexual que cada uno o una crea y desee sin que nadie lo o la censure, reconociendo el Estado a todas ellas.

Recordemos que en estos días se cumple, además, el primer aniversario de la Declaración Ministerial “Prevenir con Educación”, que se aprobó en el marco de la Primera Reunión de Ministros de Salud y Educación para Detener el VIH en Latinoamérica y el Caribe, cuya meta para el año 2015 es reducir en 75% la brecha en el número de escuelas bajo la jurisdicción de los Ministerios de Educación que no imparten educación integral en sexualidad.

La educación sexual contribuye, además, a dotar a niñas, niños y adolescentes de recursos para enfrentar repudiables actos de violencia y abuso por parte de mayores, en diversos ámbitos incluyendo educativos y sociales en los que supuestamente se los debe proteger, como ha venido siendo denunciado reiteradas veces en nuestro y otros países

Por lo expuesto, por los compromisos internacionales que el país ha asumido y en cumplimiento de la ley vigente creemos que no puede dilatarse más el efectivo cumplimiento de la educación sexual en el sistema educativo argentino, con un criterio claro de integralidad que suponga que cada ciudadano y ciudadana pueda optar libremente por cómo encaminar su sexualidad y su propia posición sexual como un derecho humano básico y fundamental.


Grupo de Estudios sobre Sexualidades, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires.

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