sábado, 24 de julio de 2010

Teología y biopolítica.

Por Horacio González (*)

Las corrientes profundas de una sociedad no tienen por qué ser mayoritarias, se proponen ser intensas y visibles. Estos dos conceptos, visibilidad e intensidad, han cobrado vuelo en el lenguaje político contemporáneo. Hay una moral de las minorías activas que actúan con concentrado despliegue de identidades. Esto puede dar lugar a expresiones urbanas características: se llaman marchas de orgullo. Hace tiempo que han abandonado los ocultos bastidores. Puede decirse que ha culminado la sigilosa gesta que está en el centro de monumentos literarios como En busca del tiempo perdido, de Proust. Allí se consideraba la homosexualidad como una secta secreta, un arte del lenguaje que recorría calladamente la historia misma de la humanidad. En los grandes conglomerados humanos postindustriales, la visibilidad y el cambio de nombre de la “secta secreta” propone nuevos temas existenciales, estéticos y jurídicos. Otro nombre propio, movimiento gay, surgido hace varias décadas en California, permite ahora sacarlo de los contextos prejuiciosos que tenían las otras denominaciones, aunque con el tiempo se encontrarán palabras sin duda más apropiadas que este fantasioso vocablo.

Al hacerse visible la cuestión de las libertades en cuanto a la preferencia sexual, inevitablemente se desplazaría la cuestión a un deseo de ampliación en el régimen jurídico del matrimonio. Todo movimiento social, moral o intelectual largamente forjado en las trastiendas de la sociedad procura garantías últimas en el ordenamiento legal. Se torna lenguaje público a costa de no evitar, en el caso del matrimonio de personas de sexo semejante y en el de la homopaternidad, cierta paradoja muchas veces señalada. Es que la institución matrimonial, cuyas mutaciones notorias durante el siglo XX la convirtieron en una forma plástica que mal ocultaba sus propias miserias, se reforzaría ahora en su estructura tradicional, aunque por la vía de la admisión plena de nuevos componentes ajenos a su figura clásica. La característica paradojal de los nuevos movimientos de renovación de la sensibilidad amorosa occidental es la de transitar por capítulos que refuerzan formas en muchos casos ligadas al orden tradicional.

Sin embargo, suponen una dirección de la historia pública hacia una creciente secularización, esto es, un crecimiento de la autonomía y autocreación de la existencia. Esta inclinación fue resistida por la Iglesia desde tiempos muy remotos, pero siempre en medio de diversas dificultades. Siempre habrá una última secularización que los mandos de la Iglesia resistirán. Pero en el seno de la milenaria congregación siguen actuando conciencias religiosas contrapuestas, una de las cuales desea recrear la experiencia sagrada originaria, en medio de un dramático autoexamen que consiste en asociar dolor a pensamiento; y otra percibe el oficio sacerdotal como un control de las pulsiones, con la oscura satisfacción de ejercerlas en privado. Vista conceptualmente, la pedofilia es el motor activo de una dialéctica entre un mundo anímico convulsionado y la fundación de las instituciones disciplinarias de la fe, que garantizan un dolorido goce institucional, patética y oscuramente atractivo. El misticismo cristiano surge en verdad de ambas corrientes, aunque parezca más sincera la que emana de la conciencia amorosa metaforizada, es decir, la que habla estrictamente con el lenguaje de la sacralidad del sacrificio místico real para decir lo insondable del amor.

La conmovedora fábula de Dostoievski en Los hermanos Karamazov sobre el Gran Inquisidor revela bien la naturaleza del corazón partido de la Iglesia, entre sus arcaicos postulados experienciales y su burocrático ordenamiento institucional. El primero sigue conservando valor profético y este último depende de una ética paternalista, de una caridad que no siempre oculta su carácter inquisitorial sobre los pobres. El poder inquisitorial no necesariamente se resuelve con prácticas coercitivas, pues su dominación se basa en la administración de un sentimiento que en última instancia es recóndito y de naturaleza metafísica: lo sagrado como enigma. La infinita soledad que subyace en esta apertura del ser es contenida por instituciones que manejan símbolos interesantes pero congelados, y se presentan como una solución absolutoria y reconfortante para suturar la grieta inconsolada de las conciencias.

El papa Ratzinger es un intelectual conservador –a nuestro juicio menos que Bergoglio, y más ilustrado que éste– que se expresa en el lenguaje básico del racionalismo tradicionalista. En un antiguo diálogo con Jürgen Habermas, Ratzinger casi explica más convincentemente que el filósofo alemán el papel de “la luz de la razón”, a la que le ve significado divino, aunque se muestra comprensivo hacia la secularización occidental. En sus encíclicas, sobre todo en Spe salvi –“salvados en la esperanza”–, con citas a la “dialéctica negativa” de Adorno y al propio Dostoievski, y no sin un toque kierkegaardiano, Ratzinger critica implícitamente al Gran Inquisidor y habla el lenguaje de las “estructuras”, aunque para señalar que a éstas les falta una “plusvalía”, que sólo puede proporcionar la oración, en su trascendente complejidad.

Cierto que estas palabras (y las Encíclicas seguramente surgen de una compleja redacción colectiva, y en ésta han metido mano, quizá, clérigos con estudios actualizados de filosofía) no superaron luego la prueba que ofrece el accionar efectivo de la Iglesia en el mundo. Teología en sí misma conservadora, cuando se convierte en pronunciamientos sociales efectivos, puede revestirse con las peores leyendas de dominio y arbitrariedad persecutoria de las que no se han privado históricamente las jerarquías religiosas.

Así, consiguen ponerse a la par de las realidades eclesiásticas más biliosas y crasas del mundo, como lo hacen en la Argentina, que sin embargo contó con los ministerios estimables de un obispo como Angelelli y de sacerdotes como Carlos Mugica y Jorge Galli, cuyos recordados ejemplos se prologan en muchos curas que comienzan a hablar ahora un lenguaje libertario dentro de los legados de la fe. En cambio, el lenguaje de las tinieblas que emplea Bergoglio, jefe político flamígero y mohoso, gesticulante desencajado, progresivamente fue agregando un modo demonológico a su probada oratoria, que antes supo ser demagógicamente melosa y exhibe ya la forma más disminuida de las prácticas pastorales en el país. Se percibe hasta qué punto llega al corazón más oscuro de una biopolítica, aunque parezca que trata cuestiones teológicas.

Esgrimimos este conocido concepto de la filosofía política francesa de la última mitad del siglo XX –biopolítica–, para significar que se despliegan en el mundo vastos procesos de control de la vida, a través de tecnologías médicas masivas, cartillas de organización de los intercambios vitales y mecanismos de vigilancia poblacionales. Es que las luchas sociales y políticas argentinas son cada vez más “biopolíticas”, entendiendo este concepto como una crítica a los lenguajes políticos dominantes, que no perciben el modo en que las luchas anteriores y las del inmediato presente se están diferenciando. En efecto, las encrucijadas políticas ya vividas, en torno de las retenciones agropecuarias o la ley de medios, se caracterizan por ser conflictos clásicos, entre una visión de la competencia del Estado para promover intereses colectivos y la percepción privada de rentas financieras extraordinarias o rentas simbólico-mediáticas monopolizadas sobre el fondo del lenguaje social común.

En cambio, el matrimonio entre personas de igual sexo y, aunque parezca caprichoso, el conflicto en torno de la explotación minera a cielo abierto son diferendos nuevos que hacen a la cuestión biopolítica, ya que este término fue empleado. Los reclamos en cuanto a una minería responsable apuntan estrictamente a la cuestión de la organización de la vida, con sus componentes productivos y de preservación de las fuentes naturales del hogar humano. La movilización por el matrimonio con un nuevo cuño subjetivo y parental, como en el caso anterior, invita a nuevas hipótesis de relación entre los legados naturales biologizados y las formas contractuales históricas que cíclicamente se ponen en debate. En ambos casos, en el debate sobre la estructura matrimonial o la estructura de la relación económica con las fuentes naturales cuya existencia y sentido están a la escala de la humanidad en su conjunto, se desea –aunque son minorías activas los que reclamen– que la vida se exprese con nuevos puntos de equilibrio entre la naturaleza y la historia, la economía empresarial en gran escala y la economía justa, la forma familiar cerrada y las redes familiares abiertas, la razón biológica y la razón cultural, los derechos particulares y los derechos culturales, el pensamiento científico y el pensamiento mito-poético.

El país se encuentra en estos grandes debates cuya resolución adecuada hará crecer la nueva imaginación democrática. También sobre “los pobres”, o “los esclavos modernos”, se cierne el debate de conceptos emancipadores o biopolíticos. La misa de Bergoglio en la Estación Constitución –nada menos– llama la atención sobre realidades sociales inadmisibles, pero las expone con la marca de la demonología. Pensar demonológicamente es pensar sin subjetividad operante, reemplazando la alegría de la reflexión por el escándalo oportunista. Pensar demonológicamente es pensar sin lograr aprehender el objeto interno de las pasiones, sin diferenciar crítica de venganza, sin diferenciar protección social de libertad, sin ver lo que le debe la teología a la historia y lo que ésta puede reclamar en términos de pensar la sed de lo sagrado que habita en todo ser.

(*) Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.

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Publicado por Página 12 el 20 de Julio de 2010

martes, 20 de julio de 2010

La misa de desafío al obispo

Desafiando la prohibición del arzobispo cordobés, Nicolás Alessio dio misa en la calle anoche y la dará hoy otra vez. En pocas semanas piensa dejar la Iglesia que lo reprime.

Por Carlos Rodríguez

La parroquia San Cayetano iba a quedar chica. Por eso, desde temprano, la misa concelebrada con representantes del Grupo Curas Casados de la provincia fue organizada sobre la calle Río Paraná. Como le había adelantado a Página/12, el párroco Nicolás Alessio no sólo no pidió perdón ni se retractó de su adhesión militante a la campaña a favor del matrimonio igualitario, sino que ratificó sus dichos y dio la misa. Se la había prohibido el arzobispo de Córdoba, Carlos José Ñañez, como sanción.

Anoche, con “Honrar la vida” en la voz de Mercedes Sosa como fondo, el cura Alessio, vestido de “particular”, con gorro de lana y poncho rojo con vivos negros, dijo que con la sanción de la nueva ley que posibilita el matrimonio entre personas del mismo sexo “hay una patria distinta, inclusiva, diversa y plural”. A la tarde, Alessio había bautizado a un niño –desafiando otra prohibición– y hoy volverá a reunirse con sus fieles, en otra de sus habituales misas del fin de semana. Sabe que lo que está haciendo “va a tener un costo grande y como yo no quiero llevar a mi comunidad a un conflicto sangriento, lo más probable es que me vaya (de la Iglesia) el 7 de agosto”, día del santo patrono del trabajo, que le da nombre a la parroquia.

Con un frío que rozaba los límites del bajo cero, unos quinientos fieles seguidores del cura Alessio lo apoyaron y vivaron durante la misa, que tuvo el tono de una fiesta en la que no faltaron las ironías. Alessio, que dijo ser “amigo personal” de Ñañez, leyó en forma textual el comunicado de la Curia que le prohibió dar misa y hacer casamientos. Puso énfasis, sobre todo, en el párrafo en el cual se sostiene que la sanción contra él obedece a que “últimamente efectuó y continúa efectuando declaraciones públicas en diversos medios de comunicación, a favor del presunto matrimonio entre personas del mismo sexo”.

En la misa, Alessio insistió en que no habría de “enmendarse ni rectificarse” como le exigía su obispo. El que debía rectificarse, opinó, era el propio Ñañez, dado que “lo que él llama presunto matrimonio, ya no es presunto, es matrimonio. Ya son matrimonio, no hay nada que sea presunto”. Sus palabras fueron seguidas por aplausos –y algunas risas–, de parte de una concurrencia heterogénea, que agrupaba a feligreses habituales de todas las edades, a militantes de organizaciones sociales, partidos políticos y a la Multisectorial que agrupa a gays y lesbianas de Córdoba, a representantes de organizaciones feministas.

Algunos de los presentes admitieron que no estaban de acuerdo con la posición del cura Alessio respecto del matrimonio gay. Pero, como explicó Juana, de 24 años, “estamos aquí porque es nuestro padre espiritual, nuestro amigo, nuestro compañero y una persona a la que todos apreciamos, a pesar de las diferencias y desde las diferencias”. Juana reconoció que no suele ir a la iglesia, aunque a veces se mezcla con los religiosos que acompañan a Alessio “porque tienen algo, un ángel, que hace bien”.

La misa se escuchó por un poderoso equipo de sonido instalado sobre la vereda de la parroquia San Cayetano en el barrio Altamira, cercano al popular barrio San Vicente, de la ciudad de Córdoba. “Vamos por la libertad”, cantaba Teresa Parodi. Las letras de las canciones parecían tener el carácter de editoriales que acompañaron a los distintos oradores. “Banderas de libertad, volvemos a soñar”, repetía el estribillo de otra de Víctor Heredia. Y otra vez Teresa Parodi: “Canta compañero, no te quedes sin el fuego”. En varios momentos, jóvenes y viejos se movieron al compás de la música, que se unió sin complejos al rezo tradicional.

Sobre una de las paredes exteriores del templo, un cartel improvisado a mano, decía: “Ay, Dios nuestro, perdónales. No saben lo que hacen”. Sobre la cabeza de los oradores, en lo alto de la capilla, un mensaje decía: “Celebramos al Jesús liberador”. Uno de los primeros en hablar fue Adrián (así se presentó), del grupo Curas Casados. Adrián, que ya no forma parte de la Iglesia Católica, dice que ellos, junto con el Grupo de Sacerdotes Angelelli, al que pertenece Alessio, están transitando “por el camino del pueblo colectivo, plural”, al que definió como “un camino donde no cobran peaje”. Terminó su intervención con dos consignas: “No nos van a quitar el sueño” y “Arriba la pluralidad”.

Néstor, otro “cura casado”, recordó que hace quince años tuvo que dejar los hábitos por haberse enamorado de una mujer. “No nos permitieron seguir ejerciendo nuestro ministerio, aunque nosotros seguíamos teniendo intacta nuestra fe en Dios y nuestra convicción de religiosos.” Néstor habló sobre la persecución que sufrieron los que rompieron con el celibato: “No nos dejaron vivir en nuestro lugar, que era la iglesia. Los que habían sido nuestros compañeros, se apartaban de nosotros”.

Después habló Pepe Ferrari, otro cura casado que hoy vive en Santa Fe con su mujer y sus hijos. “Yo tomé esta decisión hace más de dos décadas y ahora he vuelto a dar una misa, porque Nicolás (por Alessio) me invitó a participar.” La misa se hizo bajo la invocación de San Cayetano, el santo patrono, y del obispo Enrique Angelelli, de quien se leyó un texto en el cual fundamentaba su decisión de adherir a los religiosos que dieron, hasta su vida, por lo que llamaron “la opción por los pobres”.

Alessio cerró reiterando su oposición a someterse al juicio canónico que puso en marcha la Curia local. “Ir a juicio es como bajar al infierno”, pero su tono, lejos de resultar dramático, despertó risas. Calificó al proceso de “antievangélico”. Los abrazos fueron interminables. Antes, a solas con Página/12, Alessio dijo que le dieron “veinte días (de plazo) para nombrar un abogado defensor” pero aclaró que se resiste a seguir los pasos que marca el derecho canónico. “No creo en la burocracia ni en los papeles. No voy a acatar la orden de no dar misa ni de realizar casamientos. No me voy a retractar.” Su postura es ésa, al tiempo que admite que sus días en la Iglesia están contados. “Mis amigos me piden que me quede hasta fin de año, pero lo más lógico es que me vaya después del 7 de agosto, porque para San Cayetano vienen todos los años entre seis y siete mil personas, y a ellos no les puedo fallar."

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Publicado por Página 12 el 18 de Julio de 2010


viernes, 16 de julio de 2010

El “sí” del Estado

En una sesión histórica y luego de quince horas de intenso debate el Senado argentino aprobó por 33 votos a favor, 27 en contra y 3 abstenciones el proyecto que modifica el Código Civil, permitiendo el casamiento y la adopción entre personas del mismo sexo. Algunas lecciones aprendidas de este debate.


Por Andrea Lacombe

Desde que el proyecto fuera aprobado en la Cámara de Diputados en mayo pasado, la modificación del artículo 172 del Código Civil, que regula el casamiento, produjo un intenso debate en la sociedad argentina, que puso a prueba el principio de laicidad del Estado. A partir de ahora, las parejas heterosexuales y homosexuales tendrán sus derechos equiparados en materia de matrimonio, incluyendo la posibilidad de la adopción, tema en torno del cual fueron movilizados los mayores fantasmas de los sectores contrarios a esa reforma jurídica.

La presión de la Iglesia Católica, que con un fuerte aparato institucional y mediático congregó a sus seguidores a movilizarse contra lo que consideraban que “desvirtuaría la esencia de la familia”, se vio abatida frente al reconocimiento de lo que muchos senadores señalaron como una situación social que existe desde hace mucho tiempo y que hasta entonces se encontraba en un vacío legal: parejas formadas por personas del mismo sexo.

Con este éxito, la Argentina es el primer país latinoamericano en garantizar este derecho, y noveno en el mundo: Holanda lo aprobó en 2001, Bélgica en 2003, España y Canadá en 2005, Sudáfrica en 2006, Noruega y Suecia en 2009, e Islandia en 2010. No obstante, en países como Colombia, Ecuador, Uruguay, Alemania, Andorra, Australia, Austria, Dinamarca, Eslovenia, Finlandia y Francia existen otro tipo de uniones civiles distintas al matrimonio, que conceden derechos legales a parejas del mismo sexo bajo circunstancias particulares, entre las que se cuenta la posibilidad de conformar un patrimonio conjunto, recibir pensión en caso de fallecimiento de uno de los miembros, entre otros.

La votación

A la hora de la votación, la Cámara consideró en primer término un dictamen de comisión que aconsejaba el rechazo de la media sanción de la Cámara Baja y el debate de un proyecto de Unión civil, presentado (antirreglamentariamente) por sectores contrarios a la modificación del Código. La alternativa fue desconsiderada y, por tratarse de un despacho de minoría de la comisión asignada para evaluar el proyecto, este fue sometido a debate y votación por el pleno de los senadores, que en horas de la madrugada acabó aprobándolo.

Un día después de la marcha de católicos y evangélicos contra la ley, y de un “ruidaso” a favor, frente al Senado una multitud comenzaba a congregarse para dar su apoyo a la votación. La Federación Argentina LGBT seguía las instancias desde el palco montado en la plaza del Congreso donde se sucedieron oradores y números musicales a la espera del escrutinio. A pesar del frío intenso la gente permaneció hasta las 4 de la mañana, hora en la que la plaza estalló en júbilo y emoción cuando el Senado le dio el “sí” definitivo a la tan esperada ley.

La mayoría de las argumentaciones a favor tuvieron como común denominador el rescate de la laicidad en la historia del derecho y la legislación argentina, trayendo a colación el significado social y político que en su época tuvieron la aprobación del Código Civil, la ley de casamiento civil y el voto de la mujer. La polarización social que suscitó el divorcio en los primeros años del actual período democrático, en la década de 1980, también fue un ejemplo recurrente entre las y los legisladores que apoyaban la ley, argumentando la invariabilidad de la Iglesia frente a temas que implican reconocer el cambio social en un país. “A los que dicen que defienden la familia, esta ley no es una amenaza, sino por el contrario: una defensa por la familia de una Argentina real, con familias monoparentales, nucleares y ensambladas”, expresó en la madrugada Maria Eugenia Estenssoro, senadora por la Coalición Civica. “La comunidad homosexual está reclamando no tener que ocultarse ni vivir en ghetos; si damos lugar al proyecto de unión civil daremos espacio a una voluntad de legalizar la discriminación y no de equiparar derechos”, concluyó emocionada.

La sesión comenzó pasadas las 13.15, luego de conseguir el quórum de 58 senadores. Una vez iniciada la discusión, la senadora kirchnerista Liliana Fellner destacó que el proyecto del oficialismo proponía que "todos los ciudadanos [tuvieran] las mismas oportunidades ante la ley" y señaló que la obligación de los senadores y senadoras era "votar por la igualdad", es decir, legislar para que "todos [tuvieran] igualdad ante la ley”. Fellner también señaló que esta discusión se daba en el marco de un estado laico. Acerca de la adopción, Fellner señaló que el Código Civil "no habla de orientación sexual cuando una persona soltera quiere adoptar", razón por la cual "los solteros y los homosexuales van a poder seguir adoptando".

Por su parte, el también oficialista Luis Juez expresó su "acompañamiento absoluto" al proyecto. "Hay una parte de la sociedad que necesita derechos y obligaciones; necesita que se la respete con la ley". Juez, quien se manifestó devoto y fanático de la Virgen, señaló que no había encontrado en la Biblia un pasaje en el cual Jesús discriminara a los homosexuales, pero que sí había sido agredido por sectores radicales de la Iglesia en los últimos 45 días.

En clara oposición, la correntina del Partido Liberal, Josefina Meabe, pidió "tener en vista el bien general”, para luego sostener que "no se puede igualar lo que no es igual porque esta supuesta igualación afectaría los derechos de los niños”.

Samuel Cabanchik, del “Proyecto Buenos Aires Federal”, fue explícito al argumentar que “es claro que la cuestión religiosa se vuelve irrelevante en una discusión sobre el matrimonio civil. No veo cómo sería un avance en la legislación argentina prohibir la adopción por parte de personas homosexuales, siendo que la legislación actual no lo prohíbe”. Votar a favor de la unión civil, explicó, refiriéndose al proyecto alternativo introducido en la víspera, “significaría legislar para atrás. Escribir hoy el Código Civil de Vélez Sársfield [autor del mismo], sería escribir otro código, porque han cambiado los significantes. Incluir el matrimonio del mismo sexo significa continuar con el espíritu de ese Código”, argumentó.

Las palabras de Marcelo Guinle, peronista de Chubut, quien vaticinó que “más allá del resultado de la votación, mañana la sociedad va a ser mejor que hoy”, pueden resumir el espíritu de esta histórica sesión que, con la aprobación de la ley, estableció un parámetro de igualdad hacia una sociedad más justa, en la que el eslogan de “los mismos derechos con el mismo nombre” tenga finalmente el valor que se merece.

Luego de este logro, parece importante abordar algunos argumentos de la oposición al proyecto de ley –que surgen con recurrencia en debates que buscan garantizar los derechos a grupos históricamente discriminados—, con el fin de aprender algo de ellos. Tres de los argumentos que justificaban la inconveniencia de la modificación del artículo 172 del Código Civil se apoyaban en: el carácter natural del matrimonio heterosexual y lo que la naturaleza, como ente rector y bajo una visión reduccionista, dicta; la supuesta imparcialidad de algunos estudios científicos que ratificaron los “veredictos” de la naturaleza; y el tratamiento desigual de las parejas homosexuales, al ser distintas de las heterosexuales.

Matrimonio y naturaleza

El argumento según el cual “el matrimonio está escrito en la misma naturaleza y en el corazón de los hombres”, advierte el sociólogo argentino Carlos Fígari, es falso, en tanto no considera la historia ni el contexto de emergencia de esta institución y responde a la naturalización de una formación cultural como el matrimonio. La naturalización como proceso por el cual se pretende borrar la historia particular de los conceptos y de las cosas, ha sido una estrategia frecuentemente empleada por diversos órdenes en la historia con el fin de mantener relaciones de poder y de dominación. La fuerza que subyace a este proceso radica, por un lado, en que las cosas aparecen ante los ojos de las personas como si fueran dadas, obvias e incuestionables. En el caso del matrimonio heterosexual, es “como si siempre hubiese existido así en el tiempo y el espacio”, señala Fígari.

Adicionalmente, al acudir a la naturaleza como fuente de legitimación, la argumentación de la oposición aparece respaldada por una entidad con la que asociamos lo moralmente bueno y de la que disociamos lo que nos parece cuestionable. De ahí que cada vez que se señala el carácter antinatural de ciertas cosas, como las relaciones y las uniones entre parejas del mismo sexo, se las ponga automáticamente en el terreno de lo malo, de lo que debe ser examinado con cuidado y de lo cuestionable.

A esto se le suma la interpretación corriente de que la naturaleza se rige por una lógica divina escrita en la “ley moral”, con la que también debe corresponder la ley civil. Este vínculo aparece con claridad en las “Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales”, publicado en 2003 por la Congregación para la Doctrina de la Fe –antes llamada "Sagrada Congregación de la Romana y Universal Inquisición"–, órgano del vaticano que buscó orientar con este documento a los distintos gobiernos del mundo para que supieran qué hacer frente a los proyectos de ley que buscaban garantizar derechos a las personas homosexuales.

En este texto de la otrora Inquisición, Joseph Ratzinger y Angelo Amato, sus autores, señalan que “La función de la ley civil es ciertamente más limitada que la de la ley moral, pero aquélla no puede entrar en contradicción con la recta razón sin perder la fuerza de obligar en conciencia. Toda ley propuesta por los hombres tiene razón de ley en cuanto es conforme con la ley moral natural, reconocida por la recta razón, y respeta los derechos inalienables de cada persona. Las legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la recta razón porque confieren garantías jurídicas análogas a las de la institución matrimonial a la unión entre personas del mismo sexo. Considerando los valores en juego, el Estado no puede legalizar estas uniones sin faltar al deber de promover y tutelar una institución esencial para el bien común como es el matrimonio” (Ratzinger y Amato, 2003: 3-4).

Se tiene entonces que las leyes civiles se deben corresponder con la naturaleza, que a su vez se rige por la ley moral. Así, la ley moral se erige como ley suprema que gobierna lo natural y lo social.

A la luz de los prejuicios

Las argumentaciones en contra de la garantía de derechos de grupos discriminados suelen invocar una gran cantidad de estudios aparentemente científicos que vienen a ratificar lo que la Naturaleza “dice”. La discusión del proyecto de ley para reformar el artículo 172 del Código Civil argentino, no fue una excepción.

La Universidad Austral elaboró un documento sobre esta materia con el fin de “iluminar” la discusión en torno a la ley de casamiento universal. En este documento, aparecen las ya frecuentes representaciones de las personas homosexuales como seres enfermos, drogadictos y con tendencias suicidas.

Estas consideraciones “científicas” no son el producto de hallazgos de investigaciones imparciales. Por el contrario, están fundamentadas en formas particulares de concebir la homosexualidad y la heterosexualidad que estructuran los caminos a seguir. Estudios como el presentado por la Universidad Austral, afirma Fígari, “se originan en una manera de construcción de sexo-género en que el varón heterosexual puede, a su antojo, determinar el carácter humano o no de las otras personas. De allí los abusos permanentes, la violencia, los crímenes aberrantes y una Justicia que claramente favorece este esquema. Hay mucho que hacer en el interior para desmontar instituciones opresivas en muchos campos. Por eso debemos hoy responsabilizar a quienes agitan odios por la sangre de esa gente”.

Basta recordar la cuota de responsabilidad que han tenido algunos discursos científicos en la estigmatización no sólo de los homosexuales al ser definidos como enfermos, sino también de las mujeres, a quienes se ha representado como seres volubles y poco racionales que actúan bajo el influjo de la luna o de las hormonas; de las personas negras que fueron tratadas por la criminología positivita como delincuentes; o los indígenas que aún en la actualidad son retratados como salvajes necesitados de la civilización. Algunos de estos discursos que se presumen de científicos han contribuido a quitarle rasgos de humanidad a determinados grupos, facilitando su subordinación o exterminio.

La diferencia como fuente de desigualdades

Un tercer elemento común a los argumentos enunciados en contra del casamiento universal fue la afirmación de una diferencia profunda entre un “ellos”, los homosexuales, y un “nosotros”, los heterosexuales, que les impide a los primeros tener un trato de iguales ante la ley y por ende gozar de los mismos derechos que los segundos.

Al respecto el polítólogo argentino Mario Pecheny en una nota publicada en el diario argentino Página 12, señala que ese carácter distinto que se les atribuye a los otros no es “distinto a secas”, sino que es distinto en tanto “menos sanos, menos morales, menos dignos y menos ciudadanos”.

Esto nos recuerda, afirma el investigador, a Hannah Arendt, quien "decía que previo al exterminio físico viene la afirmación de que hay individuos pertenecientes a determinadas categorías de población, que se vuelven superfluos. Superfluos porque son sacrificables, o sacrificables porque son superfluos".

A estos sujetos “superfluos”, que el filósofo italiano Giorgio Agamben, haciendo eco de una antigua figura del derecho romano, denomina “homo sacer”, se los define como sujetos sacrificables cuya muerte no es considerada homicidio. Si bien la historia nos brinda ejemplos extremos de homo sacer, como los judíos durante el régimen nazi, Agamben nos recuerda que el homo sacer existe no sólo en el campo de concentración sino también en la política. De ahí que el tratamiento que se le dé tanto en este ámbito como en la vida cotidiana a las diferencias y a los diferentes marca en gran medida la aparición o no de nuevos homo sacer.

Si la diferencia de un grupo de personas respecto a otras es razón suficiente para negarles derechos debemos estar alerta, porque son estas diferencias que derivan en desigualdades las que pueden hacer sacrificables a un grupo de personas como los homosexuales.

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Publicado por CLAM el 16 de Julio de 2010


jueves, 8 de julio de 2010

"¡Sí, Quiero!"

La Multisectorial por la Diversidad en Tucumán organiza el encuentro "¡Sí, Quiero!" el próximo domingo 11 de julio en "El Arbol de Galeano" (Rivadavia 435) a partir de las 18 horas. El encuentro contará con:

Un conversatorio sobre la historia de los derechos de la diversidad afectivo sexual y la expresión e identidad de género (LGBT) en nuestro pais y nuestra provincia;

Hablaremos también, a modo de repaso, sobre la historia de la Ley de la Igualdad (modificación del Código Civil que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo y reconoce a las familias homoparentales), como surge, quienes la impulsan, el proceso legislativo, antecedentes;

Luego, parejas del mismo sexo nos relatarán sus vivencias en torno a la ley.

Finalmente analizaremos lo que ocurrirá el próximo 14 de julio en el Senado, con la participación de especialistas en el tema.

"SI QUIERO!" se propone como un espacio de escucha abierto a la comunidad. "SI QUIERO!" se inscribe en el proceso de privilegiar el rescate y valoración de nuestras voces, deseos, anhelos, conflictos y dificultades, dando cuenta de nuestra diversidad y reflexionando sobre las acciones, las prácticas y las transformaciones subjetivas que acontecieron producto del debate en torno a la Ley de la Igualdad.

El evento es abierto a toda la comunidad.

¡DIGAMOS SI A LA IGUALDAD!
"El mismo amor, los mismos derechos, con los mismos nombres!"

Domingo 11 de julio, a las 18 hs en Rivadavia 435.

Podes sumarte al evento en facebook .


domingo, 4 de julio de 2010

“Los juzga un tribunal, los condenamos todos”

En nuestra provincia tuvimos la oportunidad de vivir un juicio histórico. El “1º juicio oral por lo ocurrido a 22 víctimas en un Centro Clandestino de Detención (CCD) Jefatura de Policía de Tucumán”, creado por el terrorismo de estado de la última dictadura militar.
Una de las cuestiones más importantes del juicio por su valor histórico y jurídico fue la documentación extraída del propio CCD (listas de desaparecidos; informes de inteligencia; órdenes de secuestro) que dan cuenta de cómo los represores registraron y planificaron todo.

“Ni en una película de horror se podrían poner las cosas que sufrimos en jefatura…” (Testigo Carlos M. Gallardo, sobreviviente).
“Necesitamos a la justicia como el aire…” (Testigo, Carlos S. Soldatti, sobreviviente).

CARCEL COMUN, PERPETUA Y EFECTIVA A LOS GENOCIDAS DEL PUEBLO TUCUMANO
“30001 COMPAÑEROS DESAPARECIDOS, ¡PRESENTE!”

Colectivo “La Vigilia”
VillaBom – Crisálida Biblioteca Popular de Género, Diversidad Afectivo Sexual y Derechos Humanos - Agrupación Isauro Arancibia – ANDHES –Juventud Encuentro por la Democracia y la Equidad (EDE) - JP Evita – Partido Socialista – Fogón Andino

Crisálida JUS