domingo, 23 de septiembre de 2007

Fracturas de la heterosexualidad hegemónica

Por Emilia Torres Robles – (Degeneres-e) / extraido de sentidog


Diverso: diferente, distinto, según el Diccionario Larousse. En el conocimiento de sentido común entre la heterosexualidad y la diversidad sexual hay una brecha. Al parecer, un abismo donde las personas heterosexuales están de un lado y la otredad (gays, lesbianas, bisexuales, personas travestis, transgénero y transexuales) se encuentran del otro lado, ajenos, lejanos. ¿Es posible hablar de una heterosexualidad diversa sin remitirnos a las identidades que tradicionalmente se nombran dentro de la llamada diversidad sexual? La respuesta es afirmativa y, de hecho, nos daremos cuenta que hay más heterosexuales diversas y diversos de lo que podríamos en un inicio imaginar.

En un primer momento diremos que el término heterosexual surge años después que el de homosexual. Según Katz el término homosexual fue usado por primera vez en 1869, mientras que el de heterosexual está registrado en el Oxford English Dictionary Supplement más tarde, en 1901. Lo más interesante es que el término heterosexual era utilizado, en ese entonces, para designar individuos que tenían inclinaciones por personas de ambos sexos. Sólo más adelante y con el uso común, en el primer cuarto del siglo XX, el término adquirió la connotación que tiene ahora, es decir, la del ideal sexual y erótico de la atracción por la diferencia sexual.

Es así que el término heterosexual, en una primera aproximación, nos remite a la idea de la atracción erótica por las personas del otro sexo. Sin embargo, la heterosexualidad no se reduce a esta definición, sino que se compone de otros elementos que constituyen, lo que llamaremos una heterosexualidad hegemónica.

Michel Foucault, en su Historia de la Sexualidad , plantea los dispositivos de sexualidad que se implementaron a partir del siglo XIX y que comienzan a reconocer la heterogeneidad sexual, pero a partir de la desviación, es decir, a partir de considerarlas como anormalidades o enfermedades. Si se reconocen las desviaciones, ¿cuál es, entonces, el punto de partida para determinarlas?

Precisamente, esta interrogante nos lleva al modelo de heterosexualidad hegemónica instaurada en las sociedades occidentales que se caracteriza por tres componentes principales: la relación hombre-mujer; la monogamia y la energía sexual dirigida hacia fines reproductivos. Veamos de manera más detenida cada uno de estos componentes y las fracturas que colocan a la heterosexualidad en el escenario de la diversidad sexual:

a) Relación hombre-mujer. Esta relación parte de la idea de que lo natural es la atracción erótico-afectiva entre un hombre y una mujer. Sin embargo, la cuestión no solamente queda en la simple interacción entre hombres y mujeres, sino que está implícita una manera determinada de relacionarse. Como ya se ha hablado desde los planteamientos feministas, cada sociedad determina las expectativas respecto al ser mujer y el ser hombre en cuanto a formas de ser, comportarse, actividades, roles, expresión de sentimientos y, por supuesto, las formas en como deben interaccionar hombres y mujeres en una relación. El modelo hegemónico de heterosexualidad dicta estas pautas, las cuales se caracterizan por mantener condiciones desiguales, en desequilibrio de poder y contrapuestas entre hombres y mujeres en varios aspectos. Por ejemplo, de los hombres se esperan actitudes como la iniciativa para establecer una relación con una mujer ya sea afectiva o eróticamente, la “caballerosidad” , el rol de proveedor económico, la toma de decisiones en asuntos de pareja, la protección de la mujer que en ocasiones se llega a puerilizar , la capacidad de establecer relaciones con las mujeres de acuerdo a su “categoría” , la experiencia sexual y la integración de la pareja en sus actividades, por mencionar algunas. En el caso de las mujeres, las expectativas son: comprensión, apoyo emocional y empatía hacia su pareja, una actitud de espera con respecto al establecimiento de relaciones de pareja así como pasividad en la expresión de la sexualidad y la asunción de responsabilidades en el ámbito privado, entre otras.

Así mismo, podemos decir que la heterosexualidad hegemónica tiene como sustento la misoginia, la cual se expresa en diversos actos y omisiones, como violencia de género, así como la homo/lesbo/bi/transfobia. Esta es una práctica bastante común y tiene como base estas visiones dicotómicas de lo masculino y lo femenino, hombre y mujer, dominante y dominado, cultura y naturaleza, que además se insertan en una relación verticalizada de poder.

Hablar de una heterosexualidad diversa en la relación hombre-mujer implica colocarnos en el terreno de la desarticulación de las relaciones de dominación y poder de lo masculino sobre lo femenino. Es decir, las y los heterosexuales diversos buscan establecer relaciones intergéneros sin replicar los roles de hombre y mujer tradicionales; así mismo, tratan de establecer estas relaciones en condiciones más horizontales y equitativas. Además, también implica hablar de la construcción de identidades y/o subjetividades de género diversas, es decir, de femineidades y masculinidades distintas a los modelos estereotipados.

Otra forma de heterosexualidad diversa es la que reconoce que las fronteras entre las diferentes orientaciones sexuales e identidades genéricas son laxas y que si bien, una persona se identifica y se vive como heterosexual, puede reconocer la belleza en personas de su mismo género; sentirse atraída sin que esto implique un deseo erótico, jugar al nivel de las fantasías con diferentes posibilidades e inclusive haber tenido o tener en algún momento y período de su vida, prácticas y vivencias no heterosexuales. Incluso existen algunas personas que se nombran e identifican como heteroflexibles o como algunas/os dicen “heterosexuales con las ventanas abiertas”, haciendo referencia a esta gama de posibilidades que traspasan el abismo que tradicionalmente se ha creado: la heterosexualidad y la otredad que implica todo lo que se concibe como lo diferente.

También habría que plantear si las personas que se relacionan con hombres y mujeres transgénero y transexuales podrían considerarse heterosexuales; es decir, un hombre que se relaciona con una mujer transgénero o transexual ¿podrían considerarse una pareja heterosexual? Desde mi punto de vista, así lo es y de hecho, hay varias mujeres y hombres transgénero y transexuales que se asumen y reconocen como heterosexuales; también aquí hablaríamos de una heterosexualidad diversa y no de una situación de HSH (hombres que tienen sexo con otros hombres), por ejemplo.

En la misma situación se encuentran las personas que se travisten y que se identifican como heterosexuales; es decir, el travestismo no significa un cambio o modificación en la orientación sexual. Existen muchas parejas heterosexuales, donde –por ejemplo- la pareja hombre se traviste, sin que esto implique que la persona en cuestión cambie su orientación sexual.

De igual manera se incluye la construcción de una heterosexualidad no homo/lesbo/bi/transfóbica, es decir, de mujeres y hombres con una postura de aceptación e inclusión de las expresiones de la sexualidad no hegemónicamente heterosexuales.

b) La monogamia. Otro de los componentes de la heterosexualidad hegemónica es la monogamia. En este caso, este aspecto monogámico de la heterosexualidad hegemónica no sólo se refiere al establecimiento de una relación exclusiva entre un hombre y una mujer sino que implica un lugar y una forma de establecer esta relación: en el contexto del matrimonio y que dure para toda la vida o como se dice comúnmente “hasta que la muerte los separe”.

Sin embargo, aunque éste es el mandato social, podemos observar que las desigualdades de género también se denotan en este aspecto, ya que existe una doble moral con respecto al ejercicio de este tipo de monogamia al haber un permiso social, en el caso de los varones, para establecer otras relaciones fuera del matrimonio –siempre y cuando sean “discretas”- a diferencia de las mujeres en donde las relaciones extramaritales son sumamente condenadas.

Por otra parte, la consigna de que la monogamia además debe ser para toda la vida o por lo menos duradera, coloca a todas las otras formas de relación que no cumplan con este criterio como inestables e inmaduras.

Es así que la heterosexualidad diversa, en este rubro, implica diferentes formas de establecer relaciones monogámicas además del contexto del matrimonio; por ejemplo, mujeres y hombres que desean vivir en unión libre o establecen acuerdos de mantener una relación de pareja sin implicar necesariamente vivir juntos; por ejemplo, cada quien tiene su casa y pasan tiempos o momentos en una u otra; mujeres y hombres que establecen diferentes tipos de vínculos afectivos y/o eróticos entre ellos.

Así mismo, se incluyen los diferentes tipos de relaciones no monogámicas en donde existe un mutuo acuerdo de las personas implicadas, como es el caso del poliamor; es decir, personas que reconocen que pueden enamorarse de más de una persona de manera simultánea y establecer relaciones de pareja abiertas y responsables con ellas al mismo tiempo. También aquí caben aquellas mujeres y hombres que no desean tener pareja.

En este rubro también se consideran las y los heterosexuales que conforman familias diversas: los hogares monoparentales, las familias compuestas, las parejas que no desean tener hij@s, etc.

c) La energía sexual con fines reproductivos. Finalmente, el otro componente de la heterosexualidad hegemónica es la canalización de la libido hacia la reproducción. Uno de los sustentos para justificar la existencia o natura de la heterosexualidad es la culminación del vínculo hombre-mujer con la procreación de hijas e hijos. Es por ello que, como lo comenta Foucault, desde el siglo XIX se comienzan a patologizar o anormalizar todas aquellas prácticas que no persiguieran este fin.

Desde este punto de vista, las heterosexualidades diversas incluyen aquellas prácticas sexuales que no persiguen la procreación, que reconocen el placer como parte de la experiencia erótica-afectica y que van desde las mujeres y hombres heterosexuales que deciden no tener hijas e hijos hasta todas las prácticas sexuales que más bien tienen como búsqueda o fin el placer. Así mismo, se consideran las prácticas que desgenitalizan las relaciones sexuales, es decir, que no están centradas solamente en el coito. También se incluirían las prácticas que en un determinado momento se consideraron “parafilias” y que ahora se conocen mejor como expresiones comportamentales de la sexualidad. Éstas pueden ejercerse en diversos grados e incluso algunas se han convertido en nuevas identidades sociales, como es el caso de las personas leather y sadomasoquistas. Es importante mencionar que todas éstas son ejercidas en un marco de mutuo acuerdo –no impuesto- y libres de violencia. También están las y los heterosexuales swinger que, de común acuerdo, deciden llevar a cabo prácticas de intercambio de parejas en el ámbito erótico como una posibilidad más.

Para concluir, la desarticulación de todos o alguno de estos componentes de la heterosexualidad hegemónica, construyendo formas diferentes de relación entre hombres y mujeres, nos coloca a las y los heterosexuales diversos en el escenario de la diversidad sexual.

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