domingo, 7 de marzo de 2010

1er matrimonio en BsAs

“Siempre tuvimos una vida normal”
La primera pareja gay que contrajo matrimonio en Buenos Aires se conoció durante una fiesta en una heladería.

Nada disfrutan más que reír juntos. Se pasan el día buscando ratos para verse. La capacidad que tienen de divertirse con las pavadas más grandes es, según dicen, lo que les permite convivir desde hace doce años. La historia de amor empezó como las de los cuentos: de casualidad. Dos amigos en común daban una fiesta en una heladería del centro porteño y ahí se conocieron. Se fueron a vivir juntos apenas unos meses más tarde y no se separaron más. Querían casarse hacía tiempo y lo consiguieron esta semana. Él se llama Damián Ariel Bernath y él, Jorge Esteban Salazar Capón. El miércoles último se convirtieron en la primera pareja gay que logró contraer matrimonio en la Ciudad de Buenos Aires y la segunda en hacerlo en la Argentina y en Latinoamérica.

“El casamiento no nos cambia en nada desde lo afectivo pero es un reconocimiento a nuestros derechos de asistirnos uno al otro, a la herencia y el seguro médico, por ejemplo”, dijo Bernath en el registro civil de la calle Uruguay.

Damián es publicista, trabaja como comerciante gastronómico y tiene 39 años. Jorge, cuatro años mayor, es un veterinario apasionado y “de bajo perfil”, según su propia definición. “Nos levantamos temprano todos los días pero tenemos horarios muy flexibles. Eso nos permite estar mucho juntos. Nunca nos significó un trabajo la convivencia”, describe Jorge a Crítica de la Argentina y advierte: “Nuestras familias participaron de nuestra historia desde el principio, al igual que nuestros amigos. Siempre tuvimos una vida normal”.

Unos meses después del flechazo en la heladería, Jorge se mudó al departamento que Damián tenía en la Avenida del Libertador, en Barrancas de Belgrano. Ahora viven en Caballito, en un departamento que armaron entre los dos, donde conviven con su gata, Caritina, y con Carozo y Belinda, sus perros scotish y bulldog francés.

“Hace varios años que teníamos ganas de casarnos, pero nunca fuimos militantes de esa causa. Cuando hace unos meses vimos que se concretaba el primer matrimonio gay del país, empezamos a verlo como algo posible”, revela Jorge en referencia al casamiento de Alex Freyre y José María Di Bello el pasado diciembre en Tierra del Fuego, que pudo concretarse allá después de sucesivas apelaciones presentadas por la Corporación de Abogados Católicos en Buenos Aires. En noviembre, Freyre y Di Bello anunciaron su inminente boda con bombos y platillos, lo que despertó varios pedidos de nulidad y les imposibilitó casarse en Capital, a pesar de contar con el aval del jefe de Gobierno, Mauricio Macri.

Con ese antecedente, Bernath y Salazar decidieron hacer el trámite casi en secreto sin siquiera avisar a sus familiares. “Fuimos cuidadosos con la difusión para que el resultado fuera exitoso y también porque somos muy tranquilos. Por una cuestión de reserva, preferimos no hablar mucho con amigos y la familia hasta que se concretara. La certeza de que podíamos casarnos la tuvimos recién el día anterior”, recuerda Jorge.

Aunque lo deseaban hacía tiempo, el trámite de la boda empezó de casualidad, así como ocurrió con el primer encuentro. En una cena con Florencia Kravetz, una amiga abogada, surgió el debate sobre el matrimonio gay. “¿Quieren que presente un recurso de amparo para que ustedes puedan casarse?”, les propuso entonces la letrada, y los dos accedieron sin dudar.

La jueza en lo Contencioso Administrativo y Tributario Elena Liberatori hizo lugar a la presentación de Kravetz. Pero, al igual que con Alex y José María, el camino no fue tan sencillo. El 27 de febrero, la fiscal de primera instancia del Ministerio Público porteño, María del Carmen Gioco, interpuso un recurso por no haber sido notificada de la sentencia de la jueza Liberatori y anticipó que apelaría en la Cámara el fallo que autorizaba la boda. La jueza no se hizo cargo de la presión y dio curso a su medida, que permitió el casamiento el miércoles por la mañana.

“Nos parece importante que esto tenga repercusión. Igual nos molesta un poco que nos quite cierta privacidad. Por eso, no estamos planeando una megafiesta de casamiento, al menos no en lo inmediato”, advierte Jorge para que los medios no preparen a sus fotógrafos para el evento. La noche del miércoles, la pareja celebró el logro con una cena entre familiares y amigos, muchos de los cuales no habían asistido a la ceremonia.

Jorge vuelve a tomar la palabra: “Lo más importante que tiene que quedar de este casamiento es que hay gente que está trabajando hace mucho en la modificación de la Ley de Matrimonio. Nosotros hicimos un pequeño aporte pero con la ayuda de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans. Esto tiene que mostrarles a los legisladores que los casamientos entre parejas del mismo sexo ya son un hecho, así como pasó en su momento con los divorcios. Ojalá que pronto las otras parejas puedan casarse libremente y no tengan que recurrir en secreto a la Justicia”.

Damián escucha hablar a Jorge y asiente en cada frase. Se muestran enamorados, compañeros y claramente reservados. Aseguran que no quieren tener hijos y lo dicen con la misma convicción con la que sostienen que quisieran tener la opción legal de adoptar para, recién después de ello, decir: “No quiero”. Se los ve cómodos hablando de su decisión de casarse, de su elección de vida y de su presente, pero se los percibe inquietos ante preguntas sobre discriminación y su salida del placard. Jorge elige responder: “Los dos hemos salido con chicas cuando éramos jóvenes pero después nuestra elección fue muy natural y el entorno nos ayudó a vivirlo de ese modo. Lo que a mí me diferencia de otra gente es lo que hago dentro de mi cuarto, y eso le pasa a todo el mundo”.

Desde que dieron el sí, los integrantes del flamante matrimonio sienten algunas diferencias en las miradas ajenas, pero no les preocupa: “Ahora hay gente que nos mira en el subte y antes no lo hacía. Yo creo que existe cierta discriminación pero en lo personal nunca la sentí. La gente sabe todo lo que somos. Una vez que blanqueamos, ¿qué más pueden decir? Para evitar malos momentos hay que hacer lo que a uno le parezca, sin pensar en esas miradas”, dice Jorge.

No se cansan de divertirse entre ellos. Se ríen con sus propios códigos, disfrutan leyendo, mirando televisión y chusmeando sobre la gente que pasa por la calle. “La clave es nuestro modo de entretenernos”, coinciden.

Para demostrar su complicidad en cada momento, ambos recuerdan cómo fue el día anterior a la boda. “Habíamos decidido no hablar del tema hasta llegar al registro civil, pero nos costaba mucho. Damián me acompañó a Ituzaingó porque yo tenía que atender a un perro accidentado”, repasa Jorge. Se subieron al auto y rumbearon hacia el acceso oeste. Eran las seis de la tarde y el peaje desbordaba de autos que también iban a la provincia. En la fila de al lado, a uno de esos autos se le apagó el motor. Damián se bajó a ayudar, mientras el resto de los automovilistas insultaba y hacía estallar las bocinas. El conductor del auto averiado empujó su vehículo hasta llegar delante del de Jorge, así le daba un envión. “Lo empujé con mi auto, logramos que el otro arrancara y lo alcanzamos unos metros más adelante para decirle: ‘Vas a ver que mañana habrá algo que te recordará nuestras caras’”.

Extraído de Critica.digital

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